
Por: Ney Barrionuevo
Este 12 de agosto se celebra el Día Internacional de la Juventud. En el país unos 900 mil jóvenes, ni estudian, ni trabajan.
Más allá de los entredichos entre las autoridades sobre las recientes estadísticas sobre pobreza, desnutrición y empleo, es innegable que la crisis económica en la que una década de derroche, corrupción e insensatez sumió al país, está teniendo fuertes impactos sociales, que son más graves en el medio rural, se agudizan en las poblaciones indígenas y negras y se ceban con especial crueldad sobre los jóvenes y dentro de ese segmento, las mujeres.
La pobreza rural ha subido al 43%, 2.7 veces más alta que la urbana, la desnutrición se había estancado en un 24% y probablemente la crisis la dispare, 6 de cada 10 ecuatorianos se encuentra en el desempleo, en el subempleo o con trabajos precarios y cerca de 900 mil jóvenes ni estudian ni trabajan.
De ese orden de magnitud son los retos que la sociedad ecuatoriana enfrenta no solo para superar una crisis que va más allá de lo económico y social, sino que abarca la política y la ética. Es necesario construir las bases para un desarrollo sostenible, económicamente competitivo, socialmente inclusivo y ambientalmente responsable.
En ese contexto de crisis y pensando en una salida para la misma, los jóvenes en general y en especial los rurales, deben ser vistos y atendidos por el Estado, no a través de prácticas clientelares, sino como fuerzas de creatividad y energía que arrimen el hombro para generar sus propias oportunidades de sobrevivencia y prosperidad, pero también contribuir a la sociedad en su conjunto.
Para ello se requiere de políticas públicas diferenciadas, activas y creativas, que partan de la educación para el trabajo, fomento del emprendimiento con articulación a mercados, innovación y financiamiento, y que en el campo se correspondan con el momento de diversificación de las actividades rurales, ya no solo agrícolas y pecuarias, sino también en bioemprendimientos, servicios ambientales, turismo, artesanías, gastronomía y un largo etcétera de otros servicios rurales no agropecuarios.
Es verdad que los jóvenes necesitan el apoyo de las políticas públicas, pero más verdad, es que el país necesita de los jóvenes para salir de la crisis y avanzar hacia un desarrollo sostenible.
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